lunes, 26 de junio de 2023

EL ESCENARIO DE LAS OBRAS DE SHAKESPEARE


Shakespeare y sus contemporáneos probablemente usaban escenarios múltiples.

Cuando un hombre de nuestro tiempo lee el teatro de Shakespeare o de cualquiera de sus coetáneos, como Christopher Marlowe o Ben Jonson, advierte (además que las obras están divididas en cinco actos y no en tres), que en cada acto el lugar de la acción cambia unas cuantas veces, lo que, si se para a pensar, le planteará la siguiente pregunta: <<¿Cómo hacían entonces, cuando no había iluminación ni efectos especiales, para quitar y poner los escenarios con la velocidad que parecen requerir esta clase de obras?>>. Los clásicos españoles no ponían escenario alguno y dejaban que el público y el lector suplieran con la imaginación el cambio de lugar (eso sí, con la ayuda de las acotaciones que indicaban que los personajes entraban y salían, así como con las palabras de estos). ¿Ocurriría lo mismo en las comedias y tragedias inglesas?

Muchos críticos suponen que no, que alguna clase de decoración debía de haber; pero que lo que pasaba en la Gran Bretaña era que, en vez de cambiar físicamente el escenario, como estamos acostumbrados a ver hoy en día, el escenario representaba a la par varios lugares y que los personajes se movían de una parte a otra para simular que estaban en un sitio u otro (lo que recibe el nombre de escenario múltiple). Y no otra cosa parece sugerir la estructura de algunos locales de aquella época, como la del famoso Globe Theatre de Londres, donde Shakespeare deleitaba con sus obras al público. Su escenario constaba de una plataforma amplia sin grandes elementos decorativos, flanqueada por un balcón superior y algunas puertas para que los personajes entrasen y saliesen. Si sobre dicha plataforma se habían puesto elementos que simulaban dos o tres castillos, un bosque y calles, los personajes de, por ejemplo, Julio César, que estaban dialogando en el foro romano, podían desplazarse unos pasos y ya se hallarían en el Campo de Marte. Así se facilitaba que el ritmo de la representación fuese ágil y no decayese la atención del público con continuas interrupciones. Y es muy probable que lo del escenario múltiple no hubiese sido una invención inglesa, sino algo propio del acervo teatral europeo, ya que muchas obras italianas y francesas del Renacimiento —y aun anteriores— parecen presumir cambios rápidos y frecuentes de lugar, lo que se podía conseguir fácilmente con esta técnica. 



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