Los griegos fueron los inventores del teatro, pero son muy pocas las obras que han llegado hasta nosotros. Así, de los tres grandes trágicos —Esquilo, Sófocles y Eurípides, cada uno de los cuales escribió cerca de cien piezas—, nos han llegado solo treinta y tres: siete de Esquilo, siete de Sófocles y diecinueve de Eurípides.
¿Por qué ocurrió esto? Es obvio que el tiempo no perdona nada; pero en el caso de la tragedia griega, tiene que ver con cómo se plantearon los estudios literarios en la época del emperador romano Adriano. Hasta entonces, las obras de los trágicos griegos —que eran el modelo para los latinos— corrían y se copiaban libremente (en papiro). Con Adriano se trata de promover la cultura literaria, aunque, por razones pedagógicas, no se estudian todas las obras escritas por cada autor, sino unas pocas: las siete que se consideraban las más importantes. Cuando posteriormente se deja de escribir en papiro y se pasa a usar el códice, solo se copian en este las siete obras seleccionadas; y las demás, con el papiro en que estaban escritas, son condenadas al olvido.
Por eso de Sófocles conservamos siete y de Esquilo otras siete. De Eurípides también estaban condenadas a sobrevivir solo siete, pero, por paradojas de la historia, como sus tragedias habían gustado siempre más —por lo raras que les parecían a sus contemporáneos— se hicieron más copias.
Y, aunque todo esto es muy triste, podría haber sido peor, ya que, siglos después de Adriano, en el Imperio bizantino, todavía se les ocurrió a los gramáticos reducir a tres las obras que merecían conservarse para la posteridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario