Para un dramaturgo lo difícil es escribir los diálogos. Por el contrario, las acotaciones la mayor parte de las veces no le cuestan ni el más mínimo esfuerzo, porque casi todas son de la misma clase: fulanito se va, alza la voz, baja la voz, habla aparte, se calla, sale, entra, mira hacia tal sitio, mira con rabia… Apenas unas palabras bastan para expresar lo que el texto dice que hacen o sienten los personajes (y que en una novela, por lo general, ocuparía varias líneas o un párrafo entero).
Sin embargo, y a pesar de esa brevedad, estamos tan acostumbrados a ver las acotaciones en las obras de teatro que nos produciría perplejidad encontrarnos con una obra que no tuviera ninguna. Y, siendo esto así, ¡qué cara pondremos cuando nos enteremos de que no una sola, sino cientos de obras, carecen de acotaciones!
Nos referimos a las comedias, dramas y tragedias que se compusieron en Italia y Francia durante los siglos XV y XVI, principalmente. Dichas obras imitaban las de los autores griegos, las cuales carecían de acotaciones y solamente marcaban la entrada y salida de personajes haciendo constar dentro de cada acto cada escena, seguida del número de esta y de los nombres de los que hablaban en ella. No había, por tanto, indicación alguna de si el personaje callaba, gritaba o se movía; y tampoco de si el escenario cambiaba. Todo debía deducirse de los diálogos.
Mas ¿por qué el teatro que escribían los griegos carecían de acotaciones? Los pergaminos que nos han llegado, en efecto, carecen de ellas, pero los originales sí las tenían, aunque no de la manera que hoy estamos acostumbrados a verlas. Lo que ocurría era que el diálogo se ponía en un texto y los movimientos y la música en otros y que, con el paso del tiempo, como lo más interesante eran los diálogos, lo demás se fue dejando de copiar y, por tanto, se perdió.
Y, como lo que se recibió de los griegos —y de los romanos, que los imitaron— en la Edad Moderna eran obras formadas por diálogos sin acotaciones, los que querían escribir como los antiguos —y parecer, por tanto, cultos— lo que hacían era, lógicamente, escribir diálogos sin acotaciones.