martes, 28 de febrero de 2023

UN CADÁVER NO TAN EXQUISITO

 

El cadáver exquisito no se puede retocar posteriormente.


Hablando sobre Federico García Lorca en el bachillerato, y más concretamente sobre Poeta en Nueva York y sobre el surrealismo, fue cuando la profesora de literatura contó, a los treinta y dos alumnos de tu aula, lo que era un cadáver exquisito.

Consistía en tomar un folio, que el primer alumno escribiera una línea completa y dos palabras en la siguiente, y se lo pasara al segundo alumno, habiendo doblado previamente la parte del folio que contenía su línea para que el segundo no la leyera. Solo leería las dos palabras que quedaban. Había de completar esa línea, escribir en la siguiente otras dos palabras, doblar el folio para que no se viera la línea que había completado entera y pasárselo al tercer alumno.

Así hasta que los treinta y dos escribieran.

A ti te tocaron las palabras «del camino» y las completaste con la frase «porque por este sendero se llega al manantial secreto».

Doblaste la parte de la hoja y en la siguiente línea, que debía leer y completar quien te sucedía, pusiste «y olvidado».

Al final, el folio parecía un abanico o un acordeón.

Cuando el experimento concluyó, la profesora leyó en alto el resultado.

La mayor parte de tus compañeros se lo había tomado a broma y había escrito chabacanerías.

Pero había alguna cosa buena. Algunas imágenes interesantes: «un fuego submarino que arde invisible», «el río que recorre el cielo y muere en tu pecho», «la sombra que me persigue donde no hay sombras»…

Cuando la clase terminó y la profesora iba a abandonar el aula, te acercaste a ella y le dijiste:

—El poema quedaría muy bien si se quitasen tales y tales versos y se mejoraran las conexiones entre esta línea y esta otra. Quedaría digno de Poeta en Nueva York.

Pero, para tu sorpresa, la profesora no te dio la razón.

Más aún: te miró como si le hubieses dicho que en un remoto país llamado Micomicón había un valle en el que llovía hacia arriba.

—Eso sería traicionar el espíritu del cadáver exquisito. Su objetivo es sacar algo que hay en la subconsciencia del grupo que lo elabora, no componer un poema formalmente bello.

Tú, desconcertado, preguntaste:

—¿Y por qué los poemas de Poeta en Nueva York suenan mejor que el nuestro?

—Porque Lorca era un gran poeta y vosotros no.

— ¿Y no será porque, tras escribir automáticamente, revisaba y eliminaba versos?

Lo dijiste al mismo tiempo que señalabas a Micomicón en el mapa.

 


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