¿Debemos llamar blog a esta especie de página en la que estamos escribiendo?
En el mundo actual sufrimos la invasión de los anglicismos: el inglés, a causa de la victoria estadounidense en la II Gran Guerra, se ha convertido en la lengua de comunicación internacional, como antes lo fue el francés y mucho antes el latín. En consecuencia, buen número de términos ingleses se han difundido por todo el mundo. Uno de ellos es blog, que designa el ‘sitio electrónico en el que se publican opiniones o información diariamente o con cierta frecuencia’.
Desde siempre, una de las cosas que se ha dicho que deben procurar los escritores, mucho más que el resto de los hablantes, es usar el idioma adecuadamente y no introducir extranjerismos innecesarios, esto es, salvo cuando el término extranjero no tenga voz correspondiente en el idioma que lo recibe (en nuestro caso, en el español).
Blog se cuenta, precisamente, entre los términos que no suelen tacharse de innecesarios. Es verdad que, para traducirlo, se han inventado ciberdiario y cuaderno de ciberbitácora (o, abreviadamente, ciberbitácora y bitácora); pero muchos críticos rechazan tales neologismos por poco claros, ya que, si bien se considera, ciberdiario suena a periódico electrónico; y (cuaderno de) ciberbitácora y sus derivados traen a la mente el diario de un viaje (por mar o por el ciberespacio).
Lo que sí que deberíamos tener muy en cuenta es, al usar blog, darle el plural blogues, no blogs, ya que en español no hay tal clase de plurales: todos los que corresponden a vocablos terminados en consonante se han en –es (manantial-manantiales, dragón-dragones, poder-poderes, etc.).
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