jueves, 19 de diciembre de 2024

EL GRAN TEATRO DEL MUNDO


El mundo es teatro, lo dicen hasta los sociólogos modernos.

¿Cuántas veces hemos oído que el mundo es teatro? Infinitas, ¿verdad? Lo han dicho filósofos y escritores antiguos de la talla de Platón, Epicteto, Séneca, Petronio… Y, paradójicamente, ha sido también el propio teatro el encargado de recordárnoslo. ¿A quién no le suena que el dramaturgo español Calderón de la Barca compuso un auto sacramental titulado El gran teatro del mundo, en el cual Dios distribuye los papeles a los hombres y estos reciben, una vez acabada la obra, el premio o el castigo atendiendo a la fidelidad con que han representado su papel? Y William Shakespeare, en su comedia Como gustéis, afirma categóricamente: «El mundo entero es un escenario; y todos los hombres y mujeres, meros actores».

Pero, además, hasta la sociología contemporánea reconoce que el mundo es teatro: así, el canadiense Erving Goffman, en su obra La presentación de la persona en la vida cotidiana (1959) analiza cómo la vida en sociedad implica una actuación constante, ya que cada individuo, al interactuar con los demás, se esfuerza —consciente o inconscientemente— por transmitir una impresión determinada. Y, para percatarnos de que esto es así, no hace falta leer ni a Goffman ni a Shakespeare ni a Calderón; basta que reflexionemos sobre nuestra rutina diaria: sobre cómo nos portamos con los parientes, con los amigos, con los desconocidos con que tropezamos en la calle o en el transporte público, con los que trabajan o estudian en el mismo lugar que nosotros, con las autoridades… y cómo, al final del día, en nuestra soledad última, nos portamos de otra manera totalmente diferente con nosotros mismos. ¿Acaso eso no es ser actor?



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