Las grandes tragedias francesas del neoclasicismo se escribieron en verso, en pareados alejandrinos. Una idea de cómo sonaría esto en la lengua española se puede formar leyendo la traducción de Princivalle del Tartufo de Molière.
Sin embargo, las tragedias españolas de ese mismo período (y las traducciones de las francesas) se escribieron en romance heroico (Alí-Bek, de María Rosa de Gálvez; Británico, Tomás Sebastían y Latre) o normal (Andrómaca, obra de una dama anónima).
A este respecto llaman la atención las obras de José Cadalso: Don Sancho García, conde de Castilla y Solaya o los circasianos, escritas en pareados endecasílabos.
Como todo aficionado a la poesía sabe, el hemistiquio en los versos de más de once sílabas es una especie de pausa. En realidad, el verso se divide en dos partes. En el caso de la traducción de Princivalle:
«Todos me consideran / como persona honrada,
pero la verdad pura / es que no valgo nada».
Es como si se pusiera:
«Todos me consideran
como persona honrada,
pero la verdad pura
es que no valgo nada».
Sin embargo, en los versos endecasílabos no hay tal pausa:
«¡Oh, terrible amenaza, tente, espera...!
¿Qué dirá este papel? ¡Suerte severa!
¡Qué susto da su vista! ¡Y qué tormento,
al leerle, temblando experimento!
Parece que una mano oculta y fuerte
(¡oh funesto papel!) me quita el leerte.
Leeré para salir de mis recelos.
¿Qué densa nube se interpone, ¡oh cielos!,
entre mi débil vista y tus renglones?
Salgamos con valor de confusiones;
bebamos de una vez todo el veneno
con firme labio y corazón sereno.
No tiembles, mano, vista no te alteres;
porque vea Almanzor que las mujeres
no tienen menos brío que los hombres.
Atiende, corazón, y no te asombres.
Mas ¿cielo, qué he leído? ¿Si me engaño?
Si grande fue el temor, mayor el daño.
¡Oh bárbaro Almanzor, indigno amante!,
¿qué daño has de temer de un tierno infante?
¿Del ídolo de amor, deidad demente,
será mi hijo víctima inocente?
¿Aceptarás mi mano ensangrentada
en el seno
filial, ¡ay Dios!, manchada?
Tras más de mil versos así, el efecto que se produce en el lector o espectador es, cuanto menos, curioso.
Bibliografía
MOLIÈRE. Tartufo/ Don Juan o El convidado de piedra. Traducción de Carlos M. Princivalle. Madrid. Espasa-Calpe, 1975.
JUAN RACINE. Británico. Tragedia. Traducida en prosa castellana por don Saturio Iguren y puesta en verso por don Tomás Sebastián y Latre. Zaragoza, imprenta de Francisco Moreno, 1764.
UNA DAMA DE ESTA CORTE. Poesía varias, sagradas, morales, y profanas o amorosas con dos poemas épicos en elogio del capitán general D. Pedro Cevallos. Madrid, imprenta real, 1789.
JOSÉ CADALSO. Don Sancho García conde de Castilla. Madrid, imprenta de Isidoro de Hernández Pacheco, 1785.
MARÍA ROSA DE GÁLVEZ. Alí-Bek, tragedia original en cinco actos. Madrid, en la oficina de Benito García y compañía, 1801.
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