domingo, 22 de diciembre de 2024

EL TEATRO DE PEDRO SALINAS (I)


Pedro Salinas no solo fue poeta, también se dedicó al arte dramático.

El escritor Pedro Salinas (Madrid, 1891 – Boston, 1951) es reconocido mayormente por su labor poética. Sus libros La voz a ti debida y Razón de amor se cuentan entre los poemarios amorosos más importantes del siglo XX compuestos en la lengua de Cervantes, y así se enseña en todos los libros de texto de escuelas e institutos de España.

Lo que apenas suele mencionarse es que una parte nada desdeñable de su producción literaria se dedicó al teatro. Llegó a escribir catorce piezas, y, curiosamente, todas ellas han sido olvidadas. Y decimos «curiosamente» porque son breves y fácilmente representables. Además, a pesar de pertenecer a la corriente poética y simbolista, su estilo es llano y comprensible por todos los públicos.

En 1957 se publicaron en un único libro, bajo el título de Teatro completo, trece de sus catorce obras dramáticas. Y, habiendo nosotros encontrado y leído dicho volumen, nos ha parecido justo poner en nuestro humilde blog unas notas, a manera de resúmenes, a fin de despertar el interés de los que, siendo admiradores de Salinas, desconocían su faceta de autor teatral.

La obra que va al principio del volumen se titula La fuente del arcángel y es una de las más características. Trata el tema del despertar de los sentimientos, en particular del sentimiento amoroso. Transcurre en Alcorada, un pueblecito de Andalucía. Allí dos niñas, Estefanía y Claribel, se están educando bajo la atenta mirada de su tía Gumersinda. Una de las cosas que más disgusta a Gumersinda es que a la fuente en frente de su casa, dedicada al arcángel san Miguel, ejerza alguna mala influencia sobre las niñas, ya que a tal fuente acuden parejas de novios y tradicionalmente se le atribuía el favorecer a los enamorados. Será a mediados de la obra cuando un sacerdote, el padre Fabián, arqueólogo aficionado, le descubra el porqué de ello: la estatua, en realidad, no es de san Miguel, sino de Eros, que se había cristianizado. Paradójicamente, esto ocurre el mismo día que las niñas asisten al espectáculo de un mago itinerante, uno de cuyos trucos consiste en hacer creer a Claribel que es Teodora (la actriz que se casó con el emperador romano Justiniano), lo que deja tan fascinada a la niña que, al final, la estatua del arcángel la llama y se la lleva.

Caín o una gloria científica es otra de las obras de más peso. Recrea el relato bíblico de Caín y Abel, aunque de manera peculiar: el profesor Abel Leyva está trabajando en algo muy importante, pero sumamente peligroso, y teme que se use para el mal. Cuando el dictador que gobierna su nación lo fuerza a concluir la investigación porque va a estallar la guerra, Abel, pensando en las terribles consecuencias que acarreará el fruto de su trabajo para el género humano y, en particular, para su hijo —que está próximo a nacer— manda a su hermano Clemente que lo mate, cosa que este hace.

Judit y el tirano es otra recreación de un relato bíblico —el de Judit y Holofernes—. Es también una de las obras más largas. Narra la aventura de una escritora llamada Judit, que ha decidido matar al regente que tiraniza su patria: un individuo extraño al que se ve muy poco en público y que tiene una vida muy reservada. Con la ayuda de una mujer del servicio se cuela en la casa del regente para cometer el atentado, mas, al ver cómo es y cómo vive, parece que queda fascinada por él, hasta el punto de evitar el atentado que otro grupo había planeado para aquella noche. El regente queda muy agradecido y también se enamora de Judit, cuyo amor lo transforma, y ambos traman escapar del país. Paradójicamente, cuando van a poner por obra sus proyectos, unos agentes del propio regente, que no lo conocían en persona, como lo ven con Judit —que era considerada subversiva—, lo matan al creer que algo malo se traían entre manos.

El director es, sin duda, la obra teatral más importante, densa y profunda de Salinas —y la más larga—: trata de una mecanógrafa que encuentra trabajo en una misteriosa empresa, a cuyo frente está un no menos misterioso director (que, por sus palabras, parece que es Dios o quizás el destino). Por dicha empresa pasan varias personas de vida gris que buscan la felicidad, a las cuales se les concierta un encuentro «casual» en un hotel de campo, y allí se enamoran unos de otros. La mecanógrafa cree que así serán felices aquellos desdichados, pero se percata de que el gerente del establecimiento, que es colaborador del director, está tratando de impedir que los amantes realicen su deseo (ya que dos de ellos estaban casados y habían planeado escaparse con los que habían conocido en el hotel). Habla con el director, quien defiende al gerente, insistiendo en que el gerente y él son íntimos, como una única persona y que no lo puede traicionar. Añade, además, que las personas que van a escaparse no saben lo que es la felicidad, pero que él (y por ende, el gerente) sí lo sabe. No obstante, la mecanógrafa sigue convencida de que el gerente está obrando torticeramente, por lo que acaba matándolo; y, cuando lo mata, ve que el que cae es el director.



jueves, 19 de diciembre de 2024

EL GRAN TEATRO DEL MUNDO


El mundo es teatro, lo dicen hasta los sociólogos modernos.

¿Cuántas veces hemos oído que el mundo es teatro? Infinitas, ¿verdad? Lo han dicho filósofos y escritores antiguos de la talla de Platón, Epicteto, Séneca, Petronio… Y, paradójicamente, ha sido también el propio teatro el encargado de recordárnoslo. ¿A quién no le suena que el dramaturgo español Calderón de la Barca compuso un auto sacramental titulado El gran teatro del mundo, en el cual Dios distribuye los papeles a los hombres y estos reciben, una vez acabada la obra, el premio o el castigo atendiendo a la fidelidad con que han representado su papel? Y William Shakespeare, en su comedia Como gustéis, afirma categóricamente: «El mundo entero es un escenario; y todos los hombres y mujeres, meros actores».

Pero, además, hasta la sociología contemporánea reconoce que el mundo es teatro: así, el canadiense Erving Goffman, en su obra La presentación de la persona en la vida cotidiana (1959) analiza cómo la vida en sociedad implica una actuación constante, ya que cada individuo, al interactuar con los demás, se esfuerza —consciente o inconscientemente— por transmitir una impresión determinada. Y, para percatarnos de que esto es así, no hace falta leer ni a Goffman ni a Shakespeare ni a Calderón; basta que reflexionemos sobre nuestra rutina diaria: sobre cómo nos portamos con los parientes, con los amigos, con los desconocidos con que tropezamos en la calle o en el transporte público, con los que trabajan o estudian en el mismo lugar que nosotros, con las autoridades… y cómo, al final del día, en nuestra soledad última, nos portamos de otra manera totalmente diferente con nosotros mismos. ¿Acaso eso no es ser actor?