Es de todos sabido que durante el Renacimiento se volvió a los modelos griegos y romanos en todas las ramas del arte, lo cual para el teatro significó la recuperación de los preceptos aristotélicos, que se resumen en la llamada regla de las tres unidades (debe haber una única acción, en un único lugar o en lugares muy próximos y en un día o poco más); aunque, como también es de todos sabido, tal regla no es propiamente de Aristóteles, sino de otros teorizadores, que la dedujeron estudiando y reflexionando sobre los escritos del gran filósofo. La única de las tres unidades que él había asentado con claridad fue la de tiempo (la acción debía durar un día o poco más o poco menos), esto es, debía ser breve, y la exigencia de brevedad condujo a que los dramaturgos italianos —y posteriormente, los franceses del Grand Siècle (Corneille, Racine)— ajustaran la duración de sus obras a la que tenían las obras de los griegos de la época de Aristóteles: a una hora y pico. Por consiguiente, a las obras que excedían de dicha duración se las pasó a considerar irrepresentables, destinadas solamente a la lectura (novelas dialogadas, como diríamos hoy en día).
Paradójicamente, en aquella época nos encontramos con obras que exceden con creces de la hora y pico y que se llevaron efectivamente a escena. En el propio corazón del Renacimiento, en Italia, Giambattista Giraldi Cinzio (1504 - 1573) compuso nueve tragedias (Orbecche, Altile, Didone, Antivalomeni, Cleopatra, Arrenopia, Euphimia, Epitia y Selene), ajustadas a los preceptos aristotélicos y que doblaban en extensión a las que se consideraban normales, esto es, que llegaban a tres horas o más, y de cuya representación se sabe que sobrepasó las seis horas, ya que entre los actos era costumbre que se intercalasen entremeses (y estas tragedias tenían cinco actos).
Por su parte, en España consta que ocurrió algo parecido, sobre todo en el ámbito del teatro de colegio: así el humanista Hernando de Ávila (1557 o 1558 - 1619) puso en escena dos obras suyas, la Tragedia de san Hermenegildo y la Comedia de santa Catalina, con entremeses intercalados entre los actos (entremeses que, en nuestro caso, se han conversado en los manuscritos) y que llegaron a sobrepasar también las seis horas.