sábado, 16 de septiembre de 2023

SER O NO SER... METRIFICADO


Las obras de Shakespeare están compuestas mezclando prosa y verso. El verso es el pentámetro yámbico, que en nuestra lengua se puede trasladar como endecasílabo.

En sus obras dramáticas, William —Guillermo— Shakespeare combinó la prosa y el verso. A diferencia de sus contemporáneos, los clásicos españoles del Barroco, que usaban diferentes estrofas (con rima, por tanto) según la situación dramática, y reservaban la prosa para las cartas que leían los personajes, el autor inglés no fue tan comedido en la utilización de aquella; y, además, en cuanto a la métrica, se valió principalmente del verso blanco. Por eso, en el aspecto formal, sus obras recuerdan más a las que se hacían en España durante el Romanticismo.

El verso blanco usado por Shakespeare era el pentámetro yámbico. Estaba formado por cinco pies dobles de una sílaba no acentuada (o) y otra acentuada (-) en la forma


o-, o-, o-, o-, o-


Y que en español vendría a ser algo así como lo que sigue:


«Tendrás las duras penas pronto, ya».

«¿Quién sabe, gentes malas, dónde vais?».

«No quiero nada vuestro; no, no más».

«Mirad: muy cerca está la puerta azul».


Esta clase de verso suena a endecasílabo; aunque usarlo habitualmente en nuestro idioma sería labor harto dura, ya que las palabras españolas son más largas que en inglés y, además, las nuestras suelen ser llanas.

A este respecto, las más de las traducciones de Shakespeare se han hecho en prosa —con excepción de las partes correspondientes a las cancioncillas que introducía en las historias—. No obstante, a finales del siglo XIX, la Biblioteca clásica publicó ocho volúmenes de teatro selecto del gran dramaturgo, a cargo de Guillermo Macpherson y Eduardo Benot, que, al traducir del inglés, respetaron las partes en prosa y las partes en verso del original, empleando endecasílabos blancos para sustituir los pentámetros yámbicos.

El tomo I incluía El rey Lear y Sueño de una noche de verbena.

El tomo II, Ricardo III, Macbeth y Julio César.

El tomo III, Otelo, Romeo y Julieta y Hamlet.

El tomo IV, Coriolano, La tempestad y El mercader de Venecia.

Los tomos V y VII, Antonio y Cleopatra, Timón de Atenas, Un cuento de invierno, Troilo y Crésida, El rey Juan y Medida por medida.

El tomo VI, Cimbelino, Las alegres comadres de Windsor y La fiera domada.

El tomo VIII, Como os gusta y Enrique IV (partes I y II).

Hoy en día estos volúmenes se hallan gratis digitalizados en Internet, por lo que cualquier interesado o curioso puede leerlos y comprobar el acierto de la traducción.

Es de suponer que algunos dirán que, al trasladar una obra de un idioma a otro y luego versificarla, se pierde fidelidad con respecto al texto original. No obstante, se puede replicar que, en tal caso, lo que se busca es otro tipo de fidelidad: que la obra le suene al lector —o espectador— hispanohablante de la manera más parecida a cómo suena a los oídos del público anglohablante al que estaba destinada.