sábado, 30 de septiembre de 2023

LAS OBRAS RENACENTISTAS QUE DURABAN DEMASIADO


En el Renacimiento, siguiendo a Aristóteles, las obras teatrales duraban hora y pico; pero no todas.

Es de todos sabido que durante el Renacimiento se volvió a los modelos griegos y romanos en todas las ramas del arte, lo cual para el teatro significó la recuperación de los preceptos aristotélicos, que se resumen en la llamada regla de las tres unidades (debe haber una única acción, en un único lugar o en lugares muy próximos y en un día o poco más); aunque, como también es de todos sabido, tal regla no es propiamente de Aristóteles, sino de otros teorizadores, que la dedujeron estudiando y reflexionando sobre los escritos del gran filósofo. La única de las tres unidades que él había asentado con claridad fue la de tiempo (la acción debía durar un día o poco más o poco menos), esto es, debía ser breve, y la exigencia de brevedad condujo a que los dramaturgos italianos —y posteriormente, los franceses del Grand Siècle (Corneille, Racine)— ajustaran la duración de sus obras a la que tenían las obras de los griegos de la época de Aristóteles: a una hora y pico. Por consiguiente, a las obras que excedían de dicha duración se las pasó a considerar irrepresentables, destinadas solamente a la lectura (novelas dialogadas, como diríamos hoy en día).

Paradójicamente, en aquella época nos encontramos con obras que exceden con creces de la hora y pico y que se llevaron efectivamente a escena. En el propio corazón del Renacimiento, en Italia, Giambattista Giraldi Cinzio (1504 - 1573) compuso nueve tragedias (Orbecche, Altile, Didone, Antivalomeni, Cleopatra, Arrenopia, Euphimia, Epitia y Selene), ajustadas a los preceptos aristotélicos y que doblaban en extensión a las que se consideraban normales, esto es, que llegaban a tres horas o más, y de cuya representación se sabe que sobrepasó las seis horas, ya que entre los actos era costumbre que se intercalasen entremeses (y estas tragedias tenían cinco actos).

Por su parte, en España consta que ocurrió algo parecido, sobre todo en el ámbito del teatro de colegio: así el humanista Hernando de Ávila (1557 o 1558 - 1619) puso en escena dos obras suyas, la Tragedia de san Hermenegildo y la Comedia de santa Catalina, con entremeses intercalados entre los actos (entremeses que, en nuestro caso, se han conversado en los manuscritos) y que llegaron a sobrepasar también las seis horas.



lunes, 18 de septiembre de 2023

JORGE MANRIQUE, EL PSICÓLOGO


Las coplas de Jorge Manrique tienen explicación de la psicología moderna


«Recuerde el alma dormida,

Avive el seso y despierte

Contemplando

Cómo se pasa la vida,

Cómo se viene la muerte

Tan callando…».


Casi no debe de haber ciudadano español que no reconozca o aun que no se sepa de memoria estos seis versos.

Con ellos comienzan las Coplas a la muerte de su padre, del poeta medieval (del siglo XV) Jorge Manrique. Por su importancia para la fijación del idioma y por la influencia que tuvo también fuera de España, esta elegía se explica en todas las escuelas e institutos.

Pero hay otra razón por la que es imposible olvidar a Jorge Manrique y sus coplas: porque dice cosas muy profundas en muy poco espacio, y de manera muy llana y sencilla: solo en esos primeros versos, por ejemplo, se nos advierte de lo rápidos que pasan los años —y con ellos la vida—, tan rápidos que, cuando nos percatamos de ello, ya somos adultos, casi viejos. Y ello, como han explicado los psicólogos modernos, trae causa de que, dejadas atrás la niñez y la juventud, una vez que el aprender y el hacer cosas nuevas, propio de aquellas edades, son sustituidos por la rutina y la costumbre, el cerebro comienza a sentir el transcurso del tiempo de manera más indiferenciada y, por tanto, tenemos la impresión de que días, semanas, meses y años se suceden con mayor celeridad que antes.

En general, todo el poema está lleno de reflexiones similares, breves y claras.



domingo, 17 de septiembre de 2023

¿PARA QUÉ SIRVE UN BLOG HOY EN DÍA?

 

Escribir un blog te ayuda a parecer más experto.

Con el auge de las redes sociales (en particular, Instagram, TikTok y Twitter) se ha extendido la opinión de que escribir un blog es cosa anticuada. Sin embargo, esto no es así, ya que, si paramos a pensar en las ventajas del blog, de buenas a primeras, caeremos en que permite tratar asuntos con más extensión y profundidad que una publicación de 280 caracteres o un vídeo de 15 segundos, y de manera más personalizada, ya que la disposición del texto y de las imágenes en un blog no está sujeta a las mismas restricciones que en las redes sociales, con contenidos dependientes de los famosos y cambiantes algoritmos. El blog permite que se pueda acceder a sus textos de manera totalmente libre y en cualquier momento (cuando los internautas busquen artículos sobre tal o cual materia mediante los motores de búsqueda), lo que favorece que se cree un público más numeroso y a veces también más duradero (no olvidemos que una publicación de Twitter o un vídeo de Instagram pueden captar la atención de la gente y aun generar vivas discusiones, pero por muy poco tiempo, ya que es fugaz; y que un artículo de un blog, como no desaparece, puede hacer que la atención del público recaiga continuamente sobre él).

Por otra parte, tener un blog bien gestionado y lleno de buenos artículos confiere al escritor, a los ojos de sus lectores, autoridad sobre la materia sobre la que está tratando. Y aquí está usada muy propiamente la expresión «a los ojos de la gente», ya que a los que visiten el blog les bastará con una mera mirada al contenido para saber que se hallan ante alguien con conocimientos, cosa que no siempre es fácilmente reconocible en una publicación hecha en redes sociales, que, por lo general, salvo que el lector sienta algún interés particular por ella y vaya a visitar el sitio del autor (y a comprobar, por tanto, sus conocimientos), se perderá inmediatamente entre otras miles y miles de publicaciones.



sábado, 16 de septiembre de 2023

SER O NO SER... METRIFICADO


Las obras de Shakespeare están compuestas mezclando prosa y verso. El verso es el pentámetro yámbico, que en nuestra lengua se puede trasladar como endecasílabo.

En sus obras dramáticas, William —Guillermo— Shakespeare combinó la prosa y el verso. A diferencia de sus contemporáneos, los clásicos españoles del Barroco, que usaban diferentes estrofas (con rima, por tanto) según la situación dramática, y reservaban la prosa para las cartas que leían los personajes, el autor inglés no fue tan comedido en la utilización de aquella; y, además, en cuanto a la métrica, se valió principalmente del verso blanco. Por eso, en el aspecto formal, sus obras recuerdan más a las que se hacían en España durante el Romanticismo.

El verso blanco usado por Shakespeare era el pentámetro yámbico. Estaba formado por cinco pies dobles de una sílaba no acentuada (o) y otra acentuada (-) en la forma


o-, o-, o-, o-, o-


Y que en español vendría a ser algo así como lo que sigue:


«Tendrás las duras penas pronto, ya».

«¿Quién sabe, gentes malas, dónde vais?».

«No quiero nada vuestro; no, no más».

«Mirad: muy cerca está la puerta azul».


Esta clase de verso suena a endecasílabo; aunque usarlo habitualmente en nuestro idioma sería labor harto dura, ya que las palabras españolas son más largas que en inglés y, además, las nuestras suelen ser llanas.

A este respecto, las más de las traducciones de Shakespeare se han hecho en prosa —con excepción de las partes correspondientes a las cancioncillas que introducía en las historias—. No obstante, a finales del siglo XIX, la Biblioteca clásica publicó ocho volúmenes de teatro selecto del gran dramaturgo, a cargo de Guillermo Macpherson y Eduardo Benot, que, al traducir del inglés, respetaron las partes en prosa y las partes en verso del original, empleando endecasílabos blancos para sustituir los pentámetros yámbicos.

El tomo I incluía El rey Lear y Sueño de una noche de verbena.

El tomo II, Ricardo III, Macbeth y Julio César.

El tomo III, Otelo, Romeo y Julieta y Hamlet.

El tomo IV, Coriolano, La tempestad y El mercader de Venecia.

Los tomos V y VII, Antonio y Cleopatra, Timón de Atenas, Un cuento de invierno, Troilo y Crésida, El rey Juan y Medida por medida.

El tomo VI, Cimbelino, Las alegres comadres de Windsor y La fiera domada.

El tomo VIII, Como os gusta y Enrique IV (partes I y II).

Hoy en día estos volúmenes se hallan gratis digitalizados en Internet, por lo que cualquier interesado o curioso puede leerlos y comprobar el acierto de la traducción.

Es de suponer que algunos dirán que, al trasladar una obra de un idioma a otro y luego versificarla, se pierde fidelidad con respecto al texto original. No obstante, se puede replicar que, en tal caso, lo que se busca es otro tipo de fidelidad: que la obra le suene al lector —o espectador— hispanohablante de la manera más parecida a cómo suena a los oídos del público anglohablante al que estaba destinada.