El escritor belga Georges Simenon, de quien ya hemos hablado en este blog alguna vez, dijo, cuando decidió dejar de escribir, que durante cuarenta y cinco años había vivido en la piel de sus personajes y que deseaba ya vivir su propia vida.
Pero, si bien se considera, quizás era al revés: quizás los personajes vivían en la piel de Simenon, ya que casi todos tenían un estilo de vida similar al de su creador, salvo el más famoso: el comisario Jules Maigret.
Así, a diferencia de Simenon, que —según él mismo confesó— tuvo más de diez mil amantes, el comisario Maigret era un individuo de moral intachable: en su vida no había más que una mujer, su esposa Louise Léonard, a la que era siempre fiel. Ello no obstante, una especie de maldición pesaba sobre el comisario: el no haber tenido hijos (a diferencia de los cuatro que tuvo Simenon). La entrañable Louise solamente había dado a luz una niña, que murió cuando todavía era muy pequeña. En la novela La agitada Navidad de Maigret, se puede ver cómo Maigret y, sobre todo, su esposa le dan a Collette, la niña protagonista, todo el amor que no le habían podido dar a su desaparecida hijita. Por paradojas de la vida, el propio Simenon experimentó algo similar tiempo después, ya que su hija Marie-Jo se suicidó con solo 25 años.
Otra circunstancia curiosa que a muchos se les pasa por alto cuando se acuerdan de Simenon y de Maigret es que ambos coincidían en la costumbre de fumar en pipa.
Las relaciones entre los dos son, sin duda, muy interesantes. Hasta los podríamos comparar con los famosos Jekyll y Mr. Hyde, de la novela de Stevenson, pues el doctor Jekyll de la novela de Stevenson creó al señor Hyde con una pócima; y Maigret, en cierta forma, también creó a su propio monstruo, a Simenon, con el pensamiento… Perdón, fue Georges Simenon quien creó a Jules Maigret.
No hay comentarios:
Publicar un comentario